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Una de las piedras con las que muchas personas nos hemos tropezado es la del miedo al error.

¿Cuántas veces oímos “no debes tener miedo a equivocarte”? A pesar de ello, son muchas las personas que “dejan de hacer” para no equivocarse y evitar el error (lo que no saben es que esto no deja de ser otro tipo de error: “error por omisión”).

El miedo al error

El miedo al error proviene de la idea de la búsqueda de la perfección.

“He de hacerlo todo bien para alcanzar la perfección”

“Lo bueno es lo perfecto”

Cuando pensamos desde esta perspectiva, el error nos aleja de la perfección.

De la misma forma que pensamos que el error supone alejarse de la perfección, ¿qué pasa si entendemos que cada vez que nos equivocamos tenemos la oportunidad de aprender? Si aprendemos de nuestros errores, descartamos opciones que no nos sirven, por lo que nos acercamos al objetivo deseado. Es casi un pensamiento pedagógico.

Lo importante es no dejar de hacer, de inventar y de experimentar por el miedo al error, pues éste es más un aliado que nos acerca al resultado deseado que un enemigo que nos aleja de esa supuesta perfección.

Lo malo, lo bueno, lo correcto, lo incorrecto son valoraciones y depende del punto que nos enfoquemos, resultado o proceso, ¿qué he aprendido de esta situación? Porque se aprende más de los errores que de los «aciertos», pero para ello debemos darnos permiso a errar y contar con que el error es un elemento más de la ecuación.

Nos gusta repetir la frase que dice “pata que se mete, pata que se saca”, con ella simbolizamos la posibilidad de volver atrás con casi todas las patas que se meten. Si meto la pata, la saco. Eso sí, será mi responsabilidad fijarme bien en el lugar donde está el hueco, para no volver a meterla en el mismo sitio.